- A esperar
El crecimiento de una plantita y su maduración lleva su tiempo, cumplen ciclos y no siempre están en su mejor momento. La paciencia es clave para verlas crecer. - A ser más sensible
Para cuidar bien de una plantita, tuve que empezar a detenerme más y mirarlas, mirar sus hojas, sus colores, sus tallos y flores. Sólo así pude empezar a reconocer qué necesitaban. - A crecer hacia la luz
Las plantitas se etiolan buscando luz, nosotros deberíamos desviarnos siempre del camino buscando los lugares cálidos, luminosos y felices. - A desapegarme con más facilidad
Algunas veces tuve que cortar hojas viejas y tristes para que la planta deje de gastar energía en intentar sanarlas y la invierta en darle lugar a las nuevas hojas y tallos. No es lindo, siento que le hago daño o que estoy quitando una hoja que puede mejorar, pero sacarlas siempre fue la mejor opción y como respuesta tuve muchas hojas nuevas y fuertes. - A recibir
El tiempo que le das de cuidados a tus plantitas, te lo devuelven en su belleza única. Nada de lo que das se pierde. - A ser flexible
Para conocer a mis plantitas pasó mucho tiempo. Tuve que cambiarlas muchas veces de macetas, de sustrato y de lugar en mi casa. Sólo así pude encontrar el lugar en el que mejor se daban y entender mejor sus diversas necesidades. - A detenerme a observar
Las primeras plantas que tuve sólo existían en un rincón solitario de mi casa, a veces ni siquiera me percataba de que hacían semanas que necesitaban agua. Hoy por hoy me detengo cada día a mirarlas, a buscar cambios que quizás ellas estén expresando en su follaje o sus tallos. Cuando lo hago, siempre me sorprendo al encontrar nuevas hojitas saliendo o flores abriéndose, un regalo para mí. - A no darme por vencida
La vida siempre se abre paso en las circunstancias más adversas. No siempre fui buena cuidadora de plantas, pero sólo volviendo a intentar logré entenderlas y aprender de ellas. Cada experiencia sumó y fue mejor y mejor.